miércoles, 11 de julio de 2007

¿La historia sin fin?

Si nos pusiéramos a recordar los temas que siempre surgen en las charlas de cafés entre amigos, seguramente en el ámbito de la política subyace uno que tiene sus inicios en los comienzos de cualquier democracia en cualquier país del mundo, y particularmente en la Argentina ya debatían desde la Revolución de Mayo: ¿Quiénes deben votar?
Obviamente existen infinidad de posturas sobre este tema, pero podríamos dividirlas en dos grandes grupos: los que opinan que todos deben votar y los que consideran que solo algunos deben votar. El voto es el acto democrático más solemne, donde cada ciudadano puede expresar libremente quien debería ser su representante, cualquiera fuera el ámbito en el que se desarrolle, ejecutivo o legislativo.
Pero focalizando en la división anterior, quienes participan en el segundo grupo (votación selectiva), son refutados con una simple pregunta que derrumba cualquier análisis: si no deberían votar todos, ¿quien decide quien lo puede hacer?. Si de democracia se trata, el autoritarismo no tiene lugar en ella, y por lo tanto decidir quien debería hacerlo no tendría sentido, lo cual coloca a esta postura en un sitio demasiado endeble. Palafraciando a Einsten, si realmente esto es un problema, tiene que tener solución, y en esa línea quiero expresarle una idea.
A esta altura, no será necesario aclararle al lector en que grupo me incluyo. La referencia de que todos no deben votar, tiene su asidero en la realidad política de los países subdesarrollados, donde la educación es escasa, la pobreza abunda, el acceso a los medios no es moneda corriente, pero el clientelismo político está a la hora del día. Votar implica elegir entre varias opciones, y como sucede hasta en las actividades más cotidianas, la selección de una alternativa implica el conocimiento de todas, o al menos de algunas. Elijo un Peugeot 206 porque tiene más ventajas que un Renault Clio, y así podría nombrar un bastión de ejemplos. Ahora bien, la pregunta que me hago es, ¿aquella persona que vota inducida por una caja de comida o un plan de asistencia estatal, elige realmente?. Mi respuesta es simple y directa: NO! De ninguna manera. Quien elige es el puntero político de turno que coacta la posibilidad de optar. Pero no solo los indigentes tienen este tipo de problemas. Cualquier persona que no tenga acceso a los medios de información, ya sea por su ubicación geográfica, situación socio-económica, o la causa que fuere, tampoco elige voluntariamente, sino de acuerdo a las posibilidades que tiene.
En el mismo orden de cosas, muchos suelen ampararse en la estadística como fuente de conclusiones, como si el 99% de una variable refleje una situación favorable. Si ese porcentaje reflejaría la cantidad de personas que poseen una PC en su domicilio, podríamos concluir que la Argentina es un país “computarizado”, si me permiten el término. Ahora bien, si ese mismo porcentaje refleja las personas que no sufren de hambre, le pregunto: ¿si ese 1% fuere su hijo o su hermano, podría concluir que en la Argentina no se sufre de necesidades alimenticias?, seguramente su respuesta sería que no. En el mismo orden de cosas, en una elección se supone que una persona puede ser presidente en la Argentina, si obtiene el 51% de los votos, es decir, presidente para el 51% como para el 49% que no lo eligió. Le propongo que se abstraiga de la realidad, y me siga en esta idea. Si ese 51% fueran todas mujeres, ¿Uds podría concluir que todos los géneros están representados por ese presidente? Ahora lo llevo a otra variable: el 33% de las personas entre 30 y 45 años y el 33% de las personas mayores de 45 años eligieron a un intendente determinado, ¿Ud podría concluir que todas las edades se encuentran representadas en ese ejecutivo?. Podría seguir con infinidad de ejemplos, pero no pretendo aburrirlos.
Todas y cada una de estas reflexiones tiene un único objetivo, el de plantear una solución a la refutación básica del planteo de que no todos debemos votar. Cualquier sociedad se puede segmentar por sexo, edad, profesión, religión, escala social, ingreso promedio, entre otras, y cada una a su vez puede agrupar a otras. Si pudiéramos tomar una muestra que concentre a toda la población por diferentes segmentos, que surjan a través de un análisis técnico realizados por un grupo de estadistas, elegidos por sus antecedentes académicos (o por azar), en donde existan la misma cantidad de personas por segmento, y su selección sea azarosa sin reposición de acuerdo al grupo o segmento en donde cada uno se encuentre, tendríamos una real y equilibrada representación de ciudadanos, quienes serían los únicos con posibilidad de votar para una elección determinada. De esta forma, todos los sectores tendrían la misma oportunidad de elegir, sin hacer diferencias estadísticas, mejorando la calidad de votación e imposibilitando el sesgo inmoral que implica el clientelismo político. Seguramente, los argumentos de los candidatos deberían tener mayor contundencia, claridad, asidero y objetividad, ya que no contarán con artilugios antiéticos para salir vencedores en una elección, fruto de la cantidad de personas manipulables.
Esto pretende ser solo una reflexión, como punto de partida a encontrar alternativas al tema.

2 comentarios:

Dr. John Wolfskehl dijo...

Muy buen aporte que invita a la reflexión. Además nuestros visitantes van a tener un tema nuevo para leer... bah, van a tener algo para leer.
Coincido con gran parte de sus apreciaciones, pero así estamos...

Figueroa E Hijos dijo...

Creo que el sistema del voto, tanto en Argentina como en el mundo democrático (sea este cual sea, occidente, oriente o el de marte) tienen los fundamentos suficientes como para establecer quienes votan; mayores de 18 años blablabla. El problema que surge a la hora de posar la lupa sobre nunestro país (desde mi punto de vista) es que el voto se ve encasillado cada día más.
La mayoría de los que vota por primera vez, votan lo que votan los padres.
Los que ya tienen sellitos en el DNI, votan al mal menor.
Los que ya tienen muchos muchos sellitos, ya no tienen que ir a votar, es decir, no tienen la obligación, por loq ue muchos no van.
Ahora bien, están aquellos que hacen del voto la identificación democrática mas personalísima que se conocee; la verdad me parece perfecto (es más creoq ue pertenezco a esa clase). Pertenezco a la clase que trata de informarse verazmente, leyendo plataformas, escuchando una y otra vez a los distintos candidatos, discutiendo con los que tienen una postura distinta.
A veces uno se siente avatido por los candidatos, son todos de distintos partidos, proponen mas o menos lo mismo, critican mas o menos lo mismo uno de otros, y a la hora de las verdades, estas se ocultan o son llamadas a silencio.
Utilizar el derecho a elegir ¿Será votar el mal menor, o lo que dice tu papa o mama que votes, o gastar (invertir) horas leyendo plataformas que uno intuye no se van a cumplir?. Que país complicado tenemos.
Siempre digo que ser argentino es una profesión. Saludos. Buena la reflexión. Exitos.