viernes, 20 de abril de 2007

Ganadores

Daniel enloquecía por la morocha de generosas curvas que cursaba ese cuatrimestre con nosotros. Sólo la veía los miércoles, en la clase de Derecho Constitucional, y esperaba ese día con todas sus ansias, pero sólo para contemplarla, porque siempre la timidez le refrenaba su instinto y nunca se atrevía a dirigirle palabra alguna.
Cierto día decidimos darle una mano. Escribimos un poema y lo ocultamos en la carpeta de la morocha durante la pausa, firmado como “Kickers”, el sobrenombre de Daniel. Al regresar a la clase la morocha leyó el poema, pero desconocía quién era Kickers, por lo que nos sentamos cerca y comenzamos a conversar con Daniel llamándolo a cada rato como “Kickers”. El plan era perfecto, pero al salir de la clase la chica se hizo la desentendida y Daniel le blanqueó la situación. “Te pusieron un poema en la carpeta, pero no fui yo, fueron mis amigos, que hacen cosas de secundaria”. La joven negó haber visto nada y concluyó así el diálogo, para siempre. El poema versaba: “Soñé que el sol helaba, soñé que el hielo ardía, de soñar tantas boludeces, soñé que me querías”.

Herald ni fu ni fa, pero la rubia de rizos contentos lo miraba durante toda la clase, incluso le prestaba más atención que a la clase de Economía. Día tras día, se hacía cada vez más evidente el interés de “rulitos” en Herald. Un día, Herald, rebelde por naturaleza, se levantó y se fue, en el medio de la clase, vaya a saber uno a dónde. “Rulitos” lo siguió con la mirada mientras atravesaba el pasillo, hasta llegar a la escalera. A partir de ese momento tratamos por todos los medios de “despertar” a Herald, infructuosamente, por supuesto. Nunca logramos, ni “Rulitos” ni nosotros, que sucediera algo, pero años después “Rulitos” apareció en el cumpleaños de Herald, ¿nos perdimos algo? No creo.

Severo intentaba que Natalia le dirigiera alguna sonrisa, aunque más no fuera. Se sentaba cerca en las clases, intentaba todos los días nuevos temas de conversación, la invitaba a estudiar en grupos... Nada parecía rendir sus frutos, pero nosotros le poníamos unas “fichitas”. Un día nos juntamos para hacer un cartel para Administración y lo expusimos en clase. Al finalizar la misma, Natalia se interesó por nuestro trabajo y se acercó a conversar con nosotros. Severo había ido al baño. Al regresar nos vio reunidos hablando con Natalia y no perdió tiempo: “Hola Natalia. ¿Te gustó nuestro cartel?” Natalia giró su cara, lo miró por una fracción de segundo (que parecieron horas) y le dijo, con voz seria y rostro austero, “Hola Severo”, y nos regresó la mirada para continuar la conversación. A partir de ese momento Natalia pasó a ser “la fichita devaluada”.

Mariano intentó que Angie le diera bola durante todo el cuatrimestre, pero nada. Al terminar el año se dio cuenta de que no tenía más oportunidades: pasado el verano todo sería distinto, sería peor. Así que buscó el momento apropiado y se alejó de nosotros tres pasos cuando ella pasaba. Evidentemente esperaba verla sola. Le lanzó, sin anestesia, un “Angie, ¿te puedo hacer una pregunta?” Sin esperar respuesta continuó: “No querrías ir a tomar un café conmigo el fin de semana”. No había terminado de inquirir cuando apareció todo el grupo de 5 amigas de Angie, que parecían como 15. Mariano terminó esperando la respuesta rodeado por 10 personas, entre amigos suyos y de ella. Todos expectantes, tal vez más que él. ¿Creen que dijo que sí? Más o menos. “Llamame al trabajo y vemos” fue la respuesta. Finalmente accedió y todo fue color de rosa... pero fue sólo “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.

De Rafael no tengo historias, es gay.


miércoles, 18 de abril de 2007

Mis contribuciones a "97 relatos 97"




A continuación presentaré una lista, que actualizaré cuando corresponda, con los relatos que envié al famoso proyecto "97 relatos 97", concurso ideado desde el blog amigo "Nunca hubo una vez", y al cual invito también a participar.

Relato 1:

Amigos

Caminar por Parque Luro, jugar al ajedrez 3 partidos seguidos, tomar un “sin parar” y comprarle “bananitas” a la calentona del kiosco, merendar Cindor con alfajorcitos de chocolate, tocar un rato la guitarra, comentar algún libro de ciencia, jugar al Atari o a la Commodore, llamar por teléfono a la del 726470, jugar al ringraje y al ringqueda, escribir cartas anónimas a los vecinos, tirarle botellitas con productos químicos a la pared de al lado, tirarle petardos al techo de chapa, jugar Street Fighter en el video de San Juan, tomar café con leche hasta reventar...
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Relato 2:

De cómo decir poco en 97 palabras

Ojalá contara yo con el don
De tener semejante talento
Como la gente que escribe en el blog,
Que además sigue en aumento

Puedo escribir tantas palabras
Y ordenarlas de alguna manera
Pero debo decir “abracadabra”
Para que sea lo que se espera

Y tal vez ni siquiera así,
Me siento un poco raro,
Pierdo media hora aquí
Aunque mi tiempo no es tan caro

Voy llegando a noventa y siete
Y ahora pongo cualquier cosa
Y aunque a alguno un poco lo inquiete
Gane o pierda, no me importa
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Relato 3:

No era verano, pero el calor lo agobiaba. El sudor le recordaba que no podía despojarse de la corbata gris. La pesadez de un día húmedo en una habitación sin ventanas hacía más pesada la rutinaria tarea que desarrollaba desde hacía quince años. Ayudaba al incordio el ruido suave, pero reiterativo hasta el hartazgo, del ventilador, que tenía allí más tiempo que él mismo.
La vista empezó a nublarse, el sonido torturante cedía, el vaso de agua se volcó golpeado involuntariamente por la mano al caer. Ya no tenía calor. Misión cumplida. No había requerido tanto coraje.
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Relato 4:
No siempre...

No siempre la vida es color rosa
No siempre las flores me hablan
No siempre el orgullo es poca cosa
No siempre los pájaros cantan

No siempre sonrío al levantarme
No siempre bajo la lluvia canto
No siempre trabajo sin cansarme
No siempre sobre la calle bailo

No siempre el sol me ilumina
No siempre el cielo me abraza
No siempre la gente me estima
No siempre desarmo mi coraza

No siempre el mundo es tan bello
No siempre mi corazón está en llamas
No siempre sucede todo aquello
Sino sólo cuando tu me amas
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Relato 5:
Claudia:

Te amo

Esteban

PD: estoy muy contento con el doctorado. Stratford me recibió con un clima muy agradable que dicen se va a extender hasta octubre. La habitación que renté es pequeña pero confortable, y sobre la ventana se asoma un tilo poblado de gorriones que madrugan con su cántico mientras me preparo el desayuno. La dueña de la casa es una mujer mayor muy amable, y solemos compartir largas conversaciones luego de la cena. Cada día te extraño más. Podría haber escrito todo en el texto de la carta, pero allí va lo más importante.
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Relato 6:
-¿Por qué si desde hace 10 días cada vez trabaja más horas extras y su productividad laboral viene decreciendo drásticamente?
-Ehhh... depende de qué lado lo mire
-¡Del lado del que paga lo miro!
-Bueno... pero yo hago otras cosas que me enriquecen como persona, y eso es valorable también, ¿o no?
-¿Cómo qué?
-Esteeee... ya escribí como 5 relatos de 97 palabras cada uno, ni una más, ni una menos
-¿De qué está hablando?
-Me parece que este diálogo tiene que acabarse pronto... a ver, ¿cuántas palabras vamos?... ¿No me dice dos palabras más?
-Siga lustrando
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Relato 7:
Arrepentimiento

Nunca antes había notado cuánto la quería. El celeste pálido de las paredes se torna hoy, como jamás en el pasado, en un grito desesperado por salir de un pozo cuyas profundidades acarician las entrañas del planeta.
La mesa, con un único plato, parece desproporcionadamente grande, y el sonido del televisor retumba por el departamento puntualizando con creciente énfasis la soledad absoluta de un comensal en su última cena.
La habitación está desordenada, y la cama tiene las sábanas revueltas, como nunca lo estarán en los días venideros.
Desconcertado tomo el teléfono y marco su número...

lunes, 16 de abril de 2007

Fundación "de malditos a benditos"


Todavía recuerdo esa mañana fría de agosto, parece mentira que hallan pasado ya 50 años.
Recuerdo que me desperté con la sensación de que no podía seguir siendo la misma persona, las cosas no me salían como yo esperaba y era necesario un cambio total en mi vida. Estaba cansado de escuchar siempre las mismas cualidades hacia mi persona.. “es que es tan bueno…”; “…y que querés, si es un pan de Dios”, entre las que menos me ofendían!!!

Así que tomé la decisión: “ a partir de esta misma mañana, me convertiré en una mala persona!!! al fin y al cabo, los malos siempre obtienen los mejores resultados…..
Ese mismo anochecer, cuando salía de mi trabajo, (siendo el ultimo como siempre), decidí contárselo a José, aquel sereno de 39 años

Cuando terminé de contárselo, este miro para todos lados, asegurándose de que nadie nos escuchara y me dijo “debo advertirte de algo, aunque para ello romperé el pacto que tengo con los integrantes de la fundación “de malditos a benditos”.
Yo nunca había escuchado la existencia de tal agrupación, y muy intrigado le prometí que nunca revelaría lo que escuchará.

“Soy miembro honorario de la Fundación “de malditos a benditos”, debido a que mi abuelo fue su creador. Esta Fundación se encarga de advertir a toda persona que entra en la tercera edad, esto que voy a contarte ahora….
Se dice que, cuando una persona deja de existir, su destino estará marcado por los deseos de las personas que quedan vivas.

Es decir, si has sido un mal tipo y le has hecho mal a mas gente de la que le has hecho el bien, seguramente veras el infierno!!!
Ese infierno, no es común para todos!! es el infierno que se construye con los deseos de toda la gente que te odia!!

Así que, le voy a dar un consejito, ya que decidió ser maldito de ahora en mas!!!
Hágale el mal a toda la gente que quiera, pero asegúrese de que lo doblen en edad, cosa de que cuando a ud le llegue la hora, esa gente no este viva y entonces no influyan en su destino en el mas halla.
Por el contrario, sea amable y generoso con los de su edad y menores... seguramente llegará al cielo!!

Si no me cree... fíjese en su entorno... cuantos jóvenes malos conoce y cuantos viejos malos?

Cuantos viejos buenos fueron malos de jóvenes?? la mayoría!! y esto se debe, a que ya fueron advertidos por la Fundación a como influir en su destino!!.

Es por eso que yo a partir de los 35 años empecé a ser un demonio con todas las personas que tengan de 50 años para arriba… total, cuando yo sea viejo no van a estar vivos…..”

Hoy en día, tantos años después, todavía tengo mis dudas sobre la veracidad de la teoría
Aún siendo el presidente de “de malditos a benditos”, no se si creer lo que me contó José en ese anochecer frío de agosto.

Eso si, por las dudas, a partir de esa charla, desistí de mi decisión de ser maldito, y me aseguré ser bondadoso y generoso con todo aquel que tuviera al lado, sin importar la edad que tuviera.

No fuera ser cosa que me pasará como José, que se fue de este mundo al día siguiente de la charla, estando vivos todos aquellos que eran sus victimas diariamente……

"I´m a loooser"


Bueno, basta! Estoy un poco cansado de ser un perdedor. Voy a cambiar de actitud para ver si me engancho algo más que el pullover, porque hace unos cuantos años que no me levanto ni a la mañana. ¿Que por qué lo digo? A título ejemplificativo mencionaré algunos de mis últimos intentos de seducción.

Un día gris de septiembre último me dije: “la rubia que hace grupo conmigo en la Facultad hoy no se salva” y ahí nomás me fui decidido a su casa con toda la intención de avanzarla después de que terminemos el trabajo de Psicología Evolutiva que teníamos que entregar el lunes siguiente. Tenía que esperar a que termináramos el trabajo porque en el grupo éramos 5, y no daba para zamparle un “¿por qué no hablamos de la vida en el sofá mientras los otros sotretas se hunden en los libros?”.

Llego a la casa con una puntualidad inusual, cargado de un paquete de bizcochitos de grasa Don Satur y los apuntes de clase. Por la puntualidad no me extrañó que los demás no hubieran llegado todavía, pero antes de que ese pensamiento me abandonara, Cecilia me dice “los chicos no van a venir, los llamé para decirles que estaba engripada y pedirles si podían hacer el trabajo ellos, que nosotros dos hacíamos el próximo, porque vos me dijiste que hoy tampoco podías hoy por un tema familiar. Les dije eso para no quedarme sóla con el próximo trabajo”.

“La pucha”, pensé. “Justo hoy que estoy con las pilas cargadas ésta se viene a enfermar”. Con toda mi cortesía y lamento le dije “bueno, si querés te dejo descansar y nos vemos mañana en la Facu”, a lo que me respondió “no, no, un poco de compañía me viene bien, no quiero estar sola toda la tarde”.

Me daba no se qué, se ve que estaba descansando porque me atendió en camisón, pero bueno, abrí el paquete de Don Satur y puse agua para el mate. La verdad que ni se notaba que estaba enferma porque continuamente decía que tenía calor y se iba desabrochando de a poco los botones del camisón. Eso, sumado a que me miraba medio raro, no como siempre, como con los ojos medio cerrados, y la mirada punzante, me hicieron pensar que tenía algo más grave que una gripe. “Esperame un toque que voy a la farmacia”, le dije mientras le daba un mate y me metía un bizcochito en la boca (no podía estar sin medicar).

Cuando vuelvo de la farmacia con 5 remedios distintos que me recomendó la que me atendió, me doy cuenta de que estaba en la cama. “Todo mal”, me dije. “Enferma y con ganas de estar sola”. Le dejé una pastilla y los prospectos arriba de la mesa junto a una notita que decía “tomatela, me voy a ayudar a los chicos en el trabajo, ´que te mejores`” (esto último entre comillas para darle un tono cariñoso, pensé.

Y con toda la bronca del mundo, maldiciendo y refunfuñando sólo me caminé las 30 cuadras hasta lo de Javier, a ver si podíamos terminar el maldito trabajo antes de la cena.

Ni hablar de cuando fui al supermercado decidido a conseguir algo. Empecé mal, a juzgar por la cara de la morocha cuando le pregunté si sabía donde estaban los huevos y si sabía si se podían tocar.

Continué peor, con el insulto de la empleada a la que le pregunté donde quería que le pusiera el envase.

Ni hablar de la señorita a la que le ofrecí mi ayuda con la fruta: “Mire, no soy experto en melones, pero me atrevo a decir que le puedo dar una buena mano, después Ud. me ayuda con la banana, si es que sabe de eso”, le dije mientras ponía mi mejor cara de ganador y le guiñaba un ojo.

“Con esta frase mato mil”, pensé luego, y sin anestesia le disparé a la veintiañera de pantalón ajustado: “no hay como las milanesas de nalga, pero hay que saber hacerlas, ¿querés que te acompañe a tu depto. y te la empane y macere como se debe?”.

Totalmente frustrado me fui a la caja y le pregunto a la señorita, al momento de pagar, “¿tenés cambio?”. En ese mismo instante comprendí que tal vez me podía malinterpretar, así que decidí aclarar las cosas: “no me refiero a vos, eh, sino a la plata, quiero decir, si querés te pago con la de débito, pero... hay efectivo”, hice una pausa y le sonreí, “no se que preferís”, rematé luego. Ni así me llevé una sonrisa del super.
Después les cuento otros intentos. Por ahora prefiero olvidar el tema.

jueves, 12 de abril de 2007

"Escrache a comentarista"

Ya se que no corresponde pegar cosas de otros sitios, pero quiero desenmascarar al "as del fratacho" que se atrevió a poner un comentario en nuestro blog.
Ahí va, "Waldemar". Que lo disfruten!

"¡Váyanse al infierno!"


Hoy me desperte de mal humor (como todos los días), y empecé a maldecir a un superior de mi trabajo (superior porque trabaja en el segundo piso en Bs.As., y yo en el primero en Mar del Plata, pero fuera de eso de superior no tiene ni el 1º grado) y, como es mi costumbre, decidí generalizar mi pensamiento y se me cruzó por la cabeza cuánta gente de mierda fue odiada por la multitud de las masas a lo largo de la Historia.
Entonces, como un clic en mi cabeza, mientras me afeitaba para ir a trabajar (el nudo de la corbata ya lo tenía hecho de la tarde anterior, cuando pasé por lo de Kerry King), una duda iluminó mi cabeza, encandilando todas las demás preocupaciones que tenía: “¿qué estará haciendo Hitler en este momento?”. Esto abre un abanico de posibilidades y discusiones filosóficas/teológicas que considero apropiado discutir en los comentarios al presente, y no en el cuerpo del mismo.

Dejando de lado la absurda idea del dios de Mr. Verloc, considero que el infierno es el lugar más apropiado en el que debería estar Hitler, por lo menos así pensaría la mayoría de la Humanidad, sea de la religión que fuera (me consuelo un poco diciendo esto, porque si no, me quieren explicar para que carajo me esforcé en ser una buena persona toda mi vida si hubiera podido ser un tremendo hijo de puta y divertido mucho más sin afrontar consecuencias graves ni encontrarme mano a mano con el mismísimo diablo al fenecer).

Ahora bien, la duda de siempre, lo que no nos deja dormir de noche, lo que nos quita el hambre cuando nos ponen un plato de polenta adelante, lo que no nos deja ver que nuestra compañera de la cita a ciegas en realidad tiene un corazón tierno y dulce a pesar de ser una bazofia su envase... ¿hay uno o varios infiernos? ¿Habrá un infierno especial, diagramado según nuestros temores, necesidades, inclinaciones, etc., esperándonos en el más allá por si nos mandamos una cagada en el más acá, o será un pozo común donde accederán todos los Hitlers y los Rials? (cada vez odio más a este tipo, sobre todo desde que conduce Gran Hermano). Me inclino a pensar que se parece más a la alternativa A (si alguien sabe la respuesta correcta porque se tomó en un múltiple choice el año pasado, por favor pásemela).

No encuentro mejor idea mientras me pongo la corbata con el nudo hecho que imaginarme cómo sería el infierno de Hitler. Creo que le estaría acurrucando el monstruito a un judío, por ejemplo, después de lamer jabones durante toda la mañana y mandarle un mail de disculpas a Schindler. No quise pensar más porque me estaba gustando, y porque no tenía la certeza de que fuera así.

Entonces, camino al trabajo, pensé la otra alternativa. ¿Y si en realidad no hay infierno para Hitler o, peor aún, no hay infierno en absoluto? Quedé perplejo ante este pensamiento que no podía refutar con la razón...

Decidí empezar a ser un mal tipo. A ver... ¿con quien me la agarro? CON LOS JUGADORES DE FÚTBOL (los profesionales, los que por patear una pelotita una vez por semana durante hora y media se llevan un palacio de 20 habitaciones en Qatar y un iPod de regalo). ¡Qué barbaridad! Estos tipos deberían estar en el infierno (y Rial también, aunque no sepa jugar al fútbol). Ya mismo estoy construyendo un campo de concentración para, digamos, los 23 primeros que se me crucen por la cabeza (que seguro son mejores que los que pasaron por la de Bielsa) y de paso a ver si les sirve para ganar un partido como la gente en la era Basile.

Nostalgias facultativas


No puedo todavía recordar sin nostalgia aquellos años en la facultad.....

Aquellos dos primeros años fueron impresionantes, siete materias promocionadas sobre siete cursadas en el primer año, ocho materias promocionadas sobre ocho cursadas en el segundo año, “esto es pan comido” pensaba muy a mi pesar.

El comienzo del tercer año trajo consigo el primer obstáculo… la distancia. Debido a problemas de espacio, la facultad estaba dividida en tres establecimientos, los dos primeros años se hacían en un lujoso edificio ubicado el la zona céntrica de la Capital el cual contaba con todas las comodidades que uno podía imaginar. El tercer y cuarto año se hacían en un pueblo aledaño, a unos 60 km de la Capital, en donde las comodidades eran las mínimas. Y el último año……. del ultimo año nadie quería hablar, se desconocía el lugar físico donde los Catedráticos dictarían las últimas materias.

A mi nunca me atemorizaron los obstáculos, y más si al final del camino estaba ese objetivo tan anhelado por mi… Un titulo de grado!!. Por eso encaré ese tercer año con todas mis fuerzas, ni siquiera la distancia diaria que debía recorrer me desmoralizaría.

El problema empezó cuando pregunte sobre donde podría conseguir el material, a lo que me respondieron, (no sin antes murmurar entre ellos)..”los módulos solo salen a la venta en el centro de impresiones de la facultad!!! Y esto recién se produce siete días antes de la fecha de cada parcial”.. por lo que me arme de paciencia esperando que llegue el bendito día de la publicación de los módulos.

Yo cursaba en ese primer cuatrimestre de tercer año cuatro materias, cuando llegó el esperado día de la publicación del modulo del primer parcial, me dirigí al centro de impresiones y no pude creer lo que mis ojos veían………

Los módulos se encontraban guardados en sobres de papel madera, sin diferenciar de que cursada ni materias eran. Cuando uno se acercaba y pedía el que le correspondía, el vendedor tomaba uno de la pila y se lo daba…por lo que la probabilidad de que me toquera el de la materia que estaba por rendir eran muy pocas.

“Esto es una locura” me queje en el centro de estudiantes, donde me respondieron… “esto fue siempre así, deberías haber averiguado antes… también debes saber que solo uno puede realizar una compra por materia en la que se encuentra inscripto; no se puede sacar fotocopia al modulo correcto ya que la misma no sale impresa y no es posible estudiar en grupo”

Menudo problema se me presentaba, solo podía realizar una compra por materia y en el peor de los casos, si no sale el modulo esperado, podría agotar las compras de las otras materias para probar suerte.

Eso fue lo que paso… tres intentos fallidos, (en los cuales me lleve por sorpresa que no solo incluían módulos los sobres, si tenias mucha mala suerte podías llegar a sacar folleteria de la facultad o de algún almacén de la zona), pero por suerte en el cuarto conseguí el preciado modulo!!,

Me quedan seis días… son 300 páginas por lo que a un promedio de 50 por día llego bien, pensaba sin saber lo que ocurriría al cuarto día!. La mañana de ese cuarto día me levante para comenzar a estudiar y casi me pongo a llorar!!!! TODAS LAS HOJAS ESTABAN EN BLANCO!!!, pensé que estaba soñando pero era real. En el centro de estudiantes me explicaron que el contenido de los módulos se borra al finalizar el tercer día, por lo que uno debe estudiar en ese tiempo!!!

Mi paciencia había llegado a su fin, solo tenia estudiado la mitad del primer parcial de una de las cuatro materias, y no tenía mas posibilidad de comprar módulos ya que había agotado mis chances. Por lo que ese fue el ultimo día en que pise la facultad.. Abandone la carrera….

Siempre pienso en aquellos años, si le hubiera hecho caso a los comentarios que me hicieron en la cola de inscripción, no hubiera perdido esos años de mi vida!! Aunque la curiosidad siempre fue una de mis debilidades, por lo que cada tanto pienso en pasar por la facultad y comenzar de nuevo, quizás para terminar la carrera o quizás para corroborar las otras historias que me contaron!!! Como la historia de la ayudante del titular, que si te responde una pregunta te enamoras de ella para siempre; o la historia de la materia que si uno se inscribe se muere, entre otras.

Quizas algún día empiece de nuevo…….quizás por todos estos inconvenientes el único en recibirse y terminar la carrera fue Mr Frederick Kerry King

"Me van a respetar, carajo"


Tengo un amigo que dice que cuando tiene que ir a lugares “importantes” por motivos laborales, va de traje y corbata, “para que lo traten como el profesional que es, y no como un pichi cualquiera” (sic).
Ahora bien, resulta que como el padre de este “profesional” sabe hacer nudos de corbatas muy buenos, éste amigo mío nunca se preocupó por aprender a hacerlos él mismo, y le pide todos los días a su progenitor la mano amiga y diestra que lo haga merecedor del respeto de congéneres y empleados rasos.
Mi duda (al margen de la obvia de si merece ser respetado alguien que ni sabe hacerse el nudo de la corbata) es qué ocurriría si el padre de este señor no supiera anudar corbatas, o si éste amigo mío no viviera en la misma casa con su padre. ¿No sería injusto que él, siendo todo un profesional, tuviera que bancarse ser tratado como un pobre infeliz que lleva una carpetita con trámites para hacer en veinte reparticiones distintas en toda la mañana, sólo por no saber como coño anudarse la corbata?
Propongo, en consecuencia, se añada en la curricula de todas las carreras universitarias una asignatura en la que se enseñe los distintos nudos de corbata. Propongo, además, un programa tentativo:

Unidad I: Introducción
Universitario: ser o no ser.
Vestimenta y ocasiones
La importancia de los accesorios

Unidad II: La corbata
Historia de la corbata
Las telas y sus variedades
Mercaderes de la edad media y el tráfico de lino
No me peguen, tengo corbata

Unidad III: Nudos de corbata
El nudo simple
El doble simple
El nudo Windsor
El medio Windsor
El nudo pequeño
El nudo cruzado

Unidad IV: El nudo de corbata apropiado
El nudo y el tipo de tela
El nudo y el tipo de camisa
El nudo y el tipo de cuello
El nudo y la ocasión

Y, por supuesto, propongo al padre de mi amigo como docente de esta asignatura.

miércoles, 11 de abril de 2007

Insertandome ....

Estimados lectores:
Sabrán comprender que este tipo de herramientas de software, requieren conocimiento previo o bien, la antigua y bien conocida prueba, ensayo y error. En este caso, decidí utilizar esta última, por lo que mi primer publicación será simplemente de prueba.

Les dejo una enseñanza: la arañita con verdeo va bien con el malbec ....

Y que vuelen los Angeles ...!!!

"Cuentos de descuentos" (I)

Empecemos a publicar cosas más serias.

Voy a dar comienzo a una sección que va a pasar a ser fija de este blog, y que denomino "Cuentos de descuentos".

La misma versará sobre los "versos" de distintos tipos de descuentos o beneficios que supuestamente se ofrecen, disfrazados con ropaje matemático.

El primer artículo de esta serie es el que sigue:


"Promo 2 x 1"


Una afamada marca de yogures lanzó una promoción “2 por 1”. La misma consiste en lo siguiente: “presentando 4 envases vacíos, con la compra de un yogurt te regalamos otro”. Cualquier promoción 2 por 1 implica un 50% de descuento porque consumiendo 2 se paga 1. En este caso ¿es realmente así? ¿Qué porcentaje de descuento aplica la promoción?

Respuesta:

Para acceder al primer yogurt gratis hay que presentar 4 envases vacíos y comprar un yogurt más, es decir, consumiendo 6 yogures se pagan “sólo” 5, es decir el descuento en este caso es del 17%.
Para acceder nuevamente a un yogurt gratis hay que presentar otros 4 envases. 2 ya se disponen porque de los 6 ya consumidos se entregaron sólo 4, por lo que hay que comprar otros 3 (dos para entregar 4 vacíos y uno más para completar el requerimiento). Así, en la segunda vuelta, se consumen 4 y se compran 3. En este caso, entonces, el descuento sería del 25%.
Para conseguir otro yogurt gratis hay que presentar, de nuevo, 4 envases vacíos. 2 se tienen del consumo anterior y otros dos se compran. Comprando entonces uno mas se consigue uno gratis. Así, nuevamente, se repite el caso anterior y el descuento termina siendo el 25%.
Si en este punto termina la promoción, el descuento total obtenido surgiría de dividir los yogures gratis sobre el total consumido: 3 / 14 = 21%
En definitiva, el descuento total oscilará entre el 17% y el 25%, acercándose cada vez más a este valor cuanto mayores sean las compras efectuadas.
Es decir, entonces, que el descuento real es menor a la mitad del sugerido por el 2 por 1.

martes, 10 de abril de 2007

"Las ´ideas´ del tren sin ideas"


Ayer tuve un sueño horrible. Soñé que me levantaba de la cama en medio de la noche, y comenzaba a caminar por el pasillo que desemboca en mi habitación, aunque no era exactamente mi habitación ni exactamente mi pasillo. Estoy seguro de eso no porque haya visto las diferencias, porque estaba todo signado por una atrapante oscuridad, como si estuviera en un agujero negro, sino por esa sensación extraña que a veces se tiene de estar en un lugar desconocido.

Como dice Antoine de Saint-Exupery, cuando el desconcierto es tan grande resulta imposible desobedecer, así que continué caminando por el pasillo, como me lo dictaban mis piernas, pero bien aferrado a una de las paredes, como me lo dictaba mi cabeza.
En el medio del desconcierto veo una luz blanca, radiante y creciente, que unos segundos después fue seguida por un ruido que en breve se transformó en ensordecedor. Parecía un tren que se dirigía hacia mí, ¡pero era un pasillo, no unas vías! (así son los sueños). Comencé a gritar, aunque era conciente de la inverosimilitud de la situación, pero cuando un tren se dirige hacia uno y no existe forma de escapar hacia ningún costado, cual rey en jaque mate, no hay otra reacción que el grito.

Obviamente nadie me escuchó ni acudió en mi ayuda, porque estaba en la más completa soledad, en mi sueño. Y ocurrió lo inevitable: el tren se acercó cada vez más hacia mí y al llegar a mis pies me traspasó. A partir de ese momento sucedió como si el tren me hubiera cargado el cerebro de ideas extrañas, que tal vez estuvieran otrora anidando en los vagones tenebrosos.

Comencé entonces a pensar sinsentidos, unos tras otros, que afloraban en mi cabeza sin pedir permiso. Pensé, por ejemplo:

“la vida es una moneda, quien la rebusca la tiene”,

“nada nos puede pasar, todas las bicis y los barcos”,

“chipi, chipi, chipi, bombom”,

“un toque por si las moscas van”

pero lo más preocupante para mí fue, luego de despertar exaltado, el pensamiento que más perduró en mi cabeza, y al cual no le encuentro sentido alguno todavía: “Wil Worl”.

lunes, 9 de abril de 2007

“Crónica de un diálogo memorable”


Jueves de febrero, 18:15 hs., día agotador si los hay. Pasados unos pocos minutos de la hora habitual en la que me retiro del trabajo, apago las luces de la oficina y la computadora, ordeno las carpetas que había estado utilizando durante poco más de ocho horas y me dirijo a la Conserjería, para lo cual transité en un paso ni apurado ni controlado el desabrido pasillo que comunica mi oficina de entrepiso con la escalera que desemboca en el lobby bar. Ese pasillo eternamente iluminado por las estéticas pero muertas luces dicroicas que ni luz ni sombra pueden hacerle al natural brillo solar. Llego por fin a la Conserjería, tras poco más de dos minutos de un rutinario caminar. Retiro un diario para curiosear a mi regreso a casa, mientras como unas galletitas acompañadas de un té Lypton sabor Finest Earl Grey, según me voy imaginando, y tomo la decisión o, mejor dicho, la decisión me toma a mí, porque no realicé ningún análisis ni experimenté proceso alguno perceptible de evaluación de alternativas y resultados asignables a cada una de ellas, de ubicarme en la puerta de la conserjería, para llevarme en la retina una imagen del notable movimiento que registraba el hotel en esa curiosa tarde de verano, por lo menos hasta que saliera del garage del subsuelo manejando mi auto, prestándome a transitar las poco soportables cuadras que me distancian de mi hogar, atestadas de autos y de gente, más de lo primero que de lo segundo o, mejor dicho, menos en cantidad pero más efectivos en minar mi tolerancia, bastante desgastada en ésta época del año. Cuando manejo, tanto como en otras circunstancias de la vida, más laborales que personales, siento el alivio, a veces, de saber que la tolerancia tiene un límite, pero que es renovable, de manera que en los meses del año en los que voy a estar más relajado recuperaré la tolerancia que tan rápido he perdido, en algunos aspectos, durante el verano.
Una vez parado inmóvil en la puerta de la conserjería, veo con asombro que dos mujeres caminan en dirección hacia mí desde el otro extremo de la planta baja del hotel, dos mujeres de estatura más bien disminuída, delgadas hasta el límite que la belleza permite, aún en nuestros días, porque es bien sabido que la belleza es un término que permanece inalterable a través de los años, a diferencia del concepto que sus siete letras representan, y no escapa a nadie la preocupación, o por lo menos la noción de la preocupación de gran parte de la población mundial occidental, acerca del idealismo generado sobre las figuras caquécticas.

La primera de las damas era escoltada, dos pasos más atrás y unos centímetros a su izquierda, por la segunda de ellas, como si fuera una sombra con vida propia y poseedora de lo que cualquier otra sombra envidiaría: color. Aún con las cualidad no poco importantes de la mencionada escolta, no fijé ni mi mirada ni mi atención en ella, tal vez por su condición relegada frente a quien avanzaba en primer lugar, o tal vez porque todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de abordar a ambas con mi mirada.

A medida que se acercaban, lo cual sucedía en forma tan ligera como inevitable, dado que yo no moví ni un pié para apartarme del sitio en que me había ubicado, sea voluntaria o involuntariamente, y dado también que ellas estaban decididamente decididas a continuar con su trayectoria sin modificarla en lo absoluto, mi duda se iba transformando paulatinamente en certeza: la que he dado en denominar hasta el momento como la primera de las damas, era en realidad Julieta Prandi. Fijó sus ojos en los míos cuando se encontraba a sólo unos pocos pasos de mi y comenzó a sonreir, o sonreírme, de manera que su sonrisa transmitiera luz y brillo a su rostro entero. Tal vez para encontrar eco en la pregunta que iniciaría nuestro diálogo, tal vez porque es condición sine qua non para su trabajo el sonreir a todo el que se cruce en su ámbito laboral o tal vez por otra razón que prefiero ni arriesgar ni imaginar. Cuando estaba lo suficientemente cerca, y sin dejar de sonreir, pude escuchar el tono agudo de su voz, que me decía, porque definitivamente era a mí al que le estaba hablando o, en realidad, interrogando, “¿por acá es que se baja?”, pensando, me aventuro a decir, que la puerta de la conserjería no era tal, sino que abría camino a la escalera que comunica la planta baja con el garage.
Mi cara de asombro y desconcierto, en parte por la pregunta (nótese que estando tan familiarizado con el lugar me resultaba en un primer instante imposible imaginarme que se pudiera bajar atravesando una puerta que no daba más que a una habitación ubicada al mismo nivel al que uno se encontraba antes de traspasarla, sin mediar escalera alguna entre ambas situaciones) y en parte por la sorpresa que me generó ver quién era quien me hablaba, debe de haber sido, por lo menos, notoria, porque después de unas pocas fracciones de segundo añadió, como complementando su pregunta inicial, “para ir al backstage”. Mi desconcierto no sólo no desaparecía, sino que se incrementaba, puesto que jamás escuche que hubiera tal cosa en el edificio donde trabajo todos los días desde hace poco más de dos años y medio. Mi única reacción, lógica pero desatinada, analizándola en retrospectiva, fue contestar con un simple, directo, efectivo, cortante y decepcionante para ambas partes de este memorable diálogo, “no se”. Por supuesto, no llegó a moverse la aguja más larga de mi reloj para que apareciera, vaya a saber uno de dónde, una persona dependiente del establecimiento que no sólo le indicó dónde se encontraba el lugar buscado, sino que las acompañó hasta allí, lo cual resultó encontrarse a unos doscientos metros de donde se produjo el diálogo.
Después de unos pocos minutos de revivir dentro de mi cabeza el diálogo descrito, al principio tratando de permanecer lo más fiel posible al hecho objetivo ocurrido, y más tarde agregando variantes y modificando algunas respuestas y contrarrespuestas hasta que el diálogo tuviera una duración que superara temporalmente la hora y media y que culminara con un “entonces quedamos así, nos encontramos el viernes a las 22hs en el hotel, te pasamos a buscar a vos y a tus amigas para ir a tomar algo con mis amigos, así las conocen, y después las velas dirán en qué termina todo, cuando dejen de arder...”.
Conforme con mi diálogo, más el imaginado que el real, me voy a mi casa para cambiarme: a las 20 tengo partido de fútbol.