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jueves, 26 de julio de 2007

El universo y el tiempo


Hay una hipótesis dentro del mundillo de los físicos, compartida por algunos filósofos y matemáticos, que dice que el universo (que no es infinito) está compuesto por millones y millones de partículas. En cada instante el universo está ordenado de acuerdo a una única y determinada combinación de partículas, combinación que, obviamente, se modifica al instante siguiente. Me crece el pelo y así hay más partículas en mi cabeza, que otrora estaban en otro lugar (porque sabemos, creo, que no se puede crear materia, y acá me hago el culto poniendo E=mc2, famosa ecuación popularizada por Einstein).
Ahora bien, siendo la cantidad de partículas inmensamente grande, pero finita, la cantidad de combinaciones que puede hacerse de dichas partículas también es finita, por lo que en algún “momento” deberían repetirse las combinaciones de partículas.
Algunos interpretan esto como una repetición del tiempo, una vuelta atrás donde reviviríamos todo lo acontecido en el universo.
Al margen de que no estoy de acuerdo con esta última afirmación (porque si bien pude llegar a ser cierto que se repitan las combinaciones de partículas, no hay evidencia que indique que dichas repeticiones se darían en el mismo orden en que originalmente se dieron), es agradable jugar y pensar suponiendo la veracidad de dicho pensamiento.
Si volviera a vivir mi vida, ¿sería lindo? En mi caso sí, sin duda, pero estoy seguro de que no en todos los casos.
Yo volvería a ver a muchos amigos que seguramente no voy a ver de otra forma (Mr. Verloc, por ejemplo, es uno de ellos; mi única esperanza para compartir una cerveza y un pool con él creo que es confiar en los pronósticos de éstos físicos alterados).
Invito a los innumerables lectores (digo innumerables porque no llegan ni al 1) a proponer diferentes consecuencias de esta hipótesis.

miércoles, 11 de julio de 2007

¿La historia sin fin?

Si nos pusiéramos a recordar los temas que siempre surgen en las charlas de cafés entre amigos, seguramente en el ámbito de la política subyace uno que tiene sus inicios en los comienzos de cualquier democracia en cualquier país del mundo, y particularmente en la Argentina ya debatían desde la Revolución de Mayo: ¿Quiénes deben votar?
Obviamente existen infinidad de posturas sobre este tema, pero podríamos dividirlas en dos grandes grupos: los que opinan que todos deben votar y los que consideran que solo algunos deben votar. El voto es el acto democrático más solemne, donde cada ciudadano puede expresar libremente quien debería ser su representante, cualquiera fuera el ámbito en el que se desarrolle, ejecutivo o legislativo.
Pero focalizando en la división anterior, quienes participan en el segundo grupo (votación selectiva), son refutados con una simple pregunta que derrumba cualquier análisis: si no deberían votar todos, ¿quien decide quien lo puede hacer?. Si de democracia se trata, el autoritarismo no tiene lugar en ella, y por lo tanto decidir quien debería hacerlo no tendría sentido, lo cual coloca a esta postura en un sitio demasiado endeble. Palafraciando a Einsten, si realmente esto es un problema, tiene que tener solución, y en esa línea quiero expresarle una idea.
A esta altura, no será necesario aclararle al lector en que grupo me incluyo. La referencia de que todos no deben votar, tiene su asidero en la realidad política de los países subdesarrollados, donde la educación es escasa, la pobreza abunda, el acceso a los medios no es moneda corriente, pero el clientelismo político está a la hora del día. Votar implica elegir entre varias opciones, y como sucede hasta en las actividades más cotidianas, la selección de una alternativa implica el conocimiento de todas, o al menos de algunas. Elijo un Peugeot 206 porque tiene más ventajas que un Renault Clio, y así podría nombrar un bastión de ejemplos. Ahora bien, la pregunta que me hago es, ¿aquella persona que vota inducida por una caja de comida o un plan de asistencia estatal, elige realmente?. Mi respuesta es simple y directa: NO! De ninguna manera. Quien elige es el puntero político de turno que coacta la posibilidad de optar. Pero no solo los indigentes tienen este tipo de problemas. Cualquier persona que no tenga acceso a los medios de información, ya sea por su ubicación geográfica, situación socio-económica, o la causa que fuere, tampoco elige voluntariamente, sino de acuerdo a las posibilidades que tiene.
En el mismo orden de cosas, muchos suelen ampararse en la estadística como fuente de conclusiones, como si el 99% de una variable refleje una situación favorable. Si ese porcentaje reflejaría la cantidad de personas que poseen una PC en su domicilio, podríamos concluir que la Argentina es un país “computarizado”, si me permiten el término. Ahora bien, si ese mismo porcentaje refleja las personas que no sufren de hambre, le pregunto: ¿si ese 1% fuere su hijo o su hermano, podría concluir que en la Argentina no se sufre de necesidades alimenticias?, seguramente su respuesta sería que no. En el mismo orden de cosas, en una elección se supone que una persona puede ser presidente en la Argentina, si obtiene el 51% de los votos, es decir, presidente para el 51% como para el 49% que no lo eligió. Le propongo que se abstraiga de la realidad, y me siga en esta idea. Si ese 51% fueran todas mujeres, ¿Uds podría concluir que todos los géneros están representados por ese presidente? Ahora lo llevo a otra variable: el 33% de las personas entre 30 y 45 años y el 33% de las personas mayores de 45 años eligieron a un intendente determinado, ¿Ud podría concluir que todas las edades se encuentran representadas en ese ejecutivo?. Podría seguir con infinidad de ejemplos, pero no pretendo aburrirlos.
Todas y cada una de estas reflexiones tiene un único objetivo, el de plantear una solución a la refutación básica del planteo de que no todos debemos votar. Cualquier sociedad se puede segmentar por sexo, edad, profesión, religión, escala social, ingreso promedio, entre otras, y cada una a su vez puede agrupar a otras. Si pudiéramos tomar una muestra que concentre a toda la población por diferentes segmentos, que surjan a través de un análisis técnico realizados por un grupo de estadistas, elegidos por sus antecedentes académicos (o por azar), en donde existan la misma cantidad de personas por segmento, y su selección sea azarosa sin reposición de acuerdo al grupo o segmento en donde cada uno se encuentre, tendríamos una real y equilibrada representación de ciudadanos, quienes serían los únicos con posibilidad de votar para una elección determinada. De esta forma, todos los sectores tendrían la misma oportunidad de elegir, sin hacer diferencias estadísticas, mejorando la calidad de votación e imposibilitando el sesgo inmoral que implica el clientelismo político. Seguramente, los argumentos de los candidatos deberían tener mayor contundencia, claridad, asidero y objetividad, ya que no contarán con artilugios antiéticos para salir vencedores en una elección, fruto de la cantidad de personas manipulables.
Esto pretende ser solo una reflexión, como punto de partida a encontrar alternativas al tema.

jueves, 3 de mayo de 2007

Falansterios


El filósofo francés Charles Fourier ideó un sistema de sociedad basado en falansterios, como reemplazantes de la familia. Él consideraba que el ser humano se asocia con otras personas por circunstancias que muchas veces no elige él mismo, como compañeros de trabajo, de estudio y hasta familiares, pero que eso no permite que se alcance toda la felicidad posible. Propone organizar comunidades de hasta 1800 personas que vivan en un mismo edificio, donde la célula de la misma sean grupos de entre 7 y 9 personas con intereses y pasiones afines. Luego se formarían 4 o 5 grupos de éstas células y la unión de estos grupos de 30 personas convivirían en el falansterio.
Cada grupo se ocuparía de trabajar en lo que le gusta y el tiempo que considere apropiado, intercambiando su trabajo por el de otros grupos.
Éste tipo de organización es sólo la organización económica de los falansterios, que no es más que sólo una arista de una forma de vida ideada para alcanzar la mayor felicidad posible. Para eso hay que darle rienda suelta a las pasiones y gustos de cada uno, entre los que se encuentra el trabajo, como forma de vida. Pero dentro de las pasiones se encuentra la sexual, y considerando Fourier que las pasiones son innatas al ser humano y otorgadas a él por Dios, deben se satisfechas en la mayor medida posible. Por eso el sexo es prácticamente libre en los falansterios, casi hippy, y por eso desaparece la familia como unidad básica de la sociedad. El sistema de represión y moderación de las pasiones es anticuado e ineficiente en términos de alcanzar la felicidad. No debe haber frenos de ningún tipo en este sentido, y no sólo se permite la poligamia sino todo tipo de práctica sexual que sirva para satisfacer las pasiones humanas.
Similares consideraciones se hacen respecto de la comida, siendo aconsejable que cada persona realizara 5 comidas diarias y de cantidad y calidad a discreción.
Todo este sistema de vida mejoraría tanto la calidad de la misma que hasta desaparecerían los animales peligrosos, el agua del mar se haría potable y se descubrirían materiales que harían posibles telescopios con los cuales se pudieran descubrir todos los conocimientos necesarios escritos sobre la superficie de los distintos planetas.
Todo esto parece extraído de la cabeza de un loco, pero realmente fue ideado por un filósofo francés a principios del siglo XIX.
Ahora bien, esto me genera algunas dudas sobre la organización de este tipo de sociedades:
a) ¿Habría un registro civil? Está claro que no existirían casamientos, pero sería por demás útil que cada uno supiera quiénes son sus hermanas (o hermanos) en un ámbito de sexo libre, no vaya a ser cosa que en una noche de lujuria, o sea una noche cualquiera, vaya a cometerse algo desagradable.
b) ¿Desaparecerían algunas ocupaciones? Pienso, por ejemplo, en las prostitutas. No se si tiene mucho sentido en un lugar así, ¿no? Pasa lo mismo con los sacerdotes y monjas, porque está expresamente prohibido dedicar tiempo a Dios.
c) Tal vez desaparecerían los blogs como este, porque si los que tenemos intereses comunes estamos todos juntos, nadie va a visitarlos fuera de nuestro círculo (bueno, en realidad nadie lo hace ahora tampoco..., consideremos eliminado el punto c).Se dice que el lugar más parecido a los falansterios en la actualidad es el Congreso (¿?)